miércoles, 11 de enero de 2012

Silencio

“Mil dagas atraviesan mis entrañas” eso decía la canción, y eso era la realidad en mi vida, cada daga era una promesa sin cumplir, era un fallo más, un sinsabor en mi alma, un momento malgastado, una vida silenciada, mis noches eran obscuridad total y el día solo era calor infernal, sentía la presencia del demonio detrás de mi y cada pensamiento que tenia me acercaba un poco mas al precipicio, ese vacío en el cual mi alma se consumía lenta y dolorosamente.

Los paseos por la ciudad eran como torturas llevadas a cabo en cada uno de los círculos infernales, no soportaba a los humanos, saber que se conformaban con cosas banales, que eran felizmente ignorantes, me quemaba las venas, porque no podía yo ser uno de ellos, un ignorante, un ser que no se ocupara mas allá de lo que podía, alguien que no pretendiera tratar de entenderlo todo.

Era un acto criminal observar a esas parejas tomadas de la mano mintiéndose el uno al otro, mintiéndose a si mismos pretendiendo amar a la persona que inevitablemente iban a destruir, la vida era una completa mentira, todo era falso, ya no había vuelta atrás, ya no había en mi interior cabida para nada, ni siquiera el mas bello amanecer, la noche mas estrellada o el aroma mas seductor pudieron hacerme cambiar de opinión.

El silencio me acechaba lentamente, las paredes se tornaron mis enemigas, el concreto me asfixiaba, la cama se sentía como extraída de la mas dura piedra, no había descanso para mi, los sueños me atormentaban, mi rostro empezaba a transformarse, ya no sabia quien era, la soledad crecía, el silencio se apoderaba de mí precipitadamente, ya no podía pensar, no podía reír ni podía llorar, las dagas penetraban mi carne abismalmente, cada nuevo día era una agonía irresistible de la cual aun no estaba listo para escapar, aún quedaba algo oculto en mis entrañas, algo que se aferraba… que se aferra a estar aún en este mundo.